La última vez que actualicé el blog en condiciones era Abril del 2019. No miento cuando digo que desde la primavera pasada no he dejado de trabajar ni un segundo y no he tenido tiempo de nada. Con decir que no me fui propiamente de vacaciones en verano creo que lo digo todo.
Acabé el año algo exhausta y con una sensación rara de tristeza producto del cansancio mental; del no parar. Pero lo cierto es que, cuando me senté a pensar sobre el 2019 y a hacer revisión del año, en realidad había sido un año maravilloso en todos los sentidos (salvo por la falta de un buen viaje para desconectar de todo).
Me hubiera gustado tener más tiempo para mi, sí. Para mis proyectos personales, para las fotos de mis cosas que me gustan. Pero también es verdad que he tenido la oportunidad de trabajar para marcas y proyectos grandes, medianos y pequeños, y que ha sido el año en el que siento que he dado un salto hacia delante en mi carrera como fotógrafa/ creadora de contenido. Y eso es estupendo en realidad.
He hecho mil fotos y he aprendido mucho, sobre todo sobre mi misma y mis capacidades; sobre cómo y cuándo poner límites y, sobre todo, a saber decir que no cuando no puedo más. Me he dado cuenta de que, por obvio que parezca, este último punto es crucial para mantener una buena salud (física y mental).
Hablo mucho sobre mi vida de autónoma con mis amigos y gente cercana y todo el tema de la inseguridad laboral es bastante recurrente cuando nos sentamos a charlar sobre la vida. Siempre digo que yo tengo mucha suerte porque, dentro de que soy autónoma, cuento con clientes fijos que me aportan cierta estabilidad. Pero lo cierto es que, pese a eso, también he vivido estos cinco años que llevo siendo autónoma, con un miedo aterrador a de repente no tener trabajo. Y el miedo es lo peor y a mi me ha llevado a sobrecargarme de trabajo, a decir que sí a todo porque no vaya a ser que un día no me llamen, y al final el resultado ha sido que, aunque haya sacado los encargos adelante, he sufrido y me he agotado.
Esta sensación que, como decía ahí arriba, tomó forma de tristeza cuando terminó el año, me ha llevado a definir mi lista de propósitos 2020 y a poner «Dejar de ser una autónoma con miedo» como el número 1. Sólo llevamos dos meses de nuevo año y estoy contenta de poder decir que esa frase aún no me ha abandonado y he sabido decir que no cuando mi agenda ya estaba llena.
Que la vida es un aprendizaje constante es una obviedad y una frase muy manida, pero yo la he sentido más real que nunca todo el 2019 y he empezado el 2020 con la mochila de la vida llena de nuevos ítems y una nueva actitud hacia mi trabajo.
Dicho todo esto, el propósito de este post no era otro que contar qué he estado haciendo todos estos meses (casi un año) que he estado ausente en este blog.
Además de empezar a trabajar para Hoteles Barceló (algo que me ha tenido viajando feliz por España durante seis meses), también he tenido la oportunidad de trabajar para Kaiku Sin Lactosa en un proyecto de creación de contenido para sus redes sociales llevado a cabo durante cuatro meses.
Además, también empecé mis andadas como creadora de contenido para Bryan Stepwise, una marca de calzado made in Spain con base en Elche y con la que es un gustazo trabajar. Viva el equipo humano que hay detrás.
Entre los clientes nuevos también está la marca de joyería artesanal Marteliè, con base en Barcelona y que vende online a toda España. Me encanta porque, como fan de la joyería elegante y sencilla, esta marca es perfecta si lo que buscas son básicos de calidad.
Por último, pero no por ello menos importante, también he estado metida en proyectos más personales de familia y amigos como Naked Lab. Esta marca de alta cosmética mexicana dirigida y creada por uno de mis amigos de la infancia, me tiene loca de amor (y a mi piel más). Ni qué decir tiene que que sea todo rosa hace que me guste todavía más.