Aún era 2018 cuando en la bandeja de entrada de mi correo electrónico apareció un nuevo mensaje sin leer con TEDx Chamberí como asunto.

En aquel mail, una chica muy simpática llamada Ana, me preguntaba si estaría interesada en participar como ponente en la primera edición de charlas TEDx Chamberí que estaba organizando con su equipo.

 

Lo primero que hice al leer eso fue abrir mucho los ojos. Como platos.

Lo segundo, ponerme muy feliz y muy nerviosa a la vez. En plan, is this real life?

Lo tercero, panicar. Agobiarme. Preguntarme todo el rato porqué yo.

Quería que Ana me dijera todo el rato lo que tenía que decir y hacer.

 

Pero como pasa siempre que hay tormenta, después llega la calma.

 

Y yo respiré hondo, dejé a un lado el miedo a abrirme el esternón y el corazón, y dije que sí a dar una charla sobre mi viaje emocional y profesional hasta el día de hoy.

Lo peor ya ha pasado, pensaba. Lo peor está aún por venir, supe después.

 

Y es que no es nada fácil pararte a pensar sobre ti. No te digo ya escribirlo en un papel. Y ya ni hablamos si luego encima lo tienes que compartir con otros de viva voz. En muchos momentos no me fue fácil rememorar ciertas cosas y de repente escribir mi historia se convirtió en una montaña rusa emocional llena de cajas de Pandora que ya no podía fingir que no veía.

Y las abrí todas, y lo lloré todo y lo escribí todo lo mejor que supe.

Sané muchísimas cosas en el proceso y, a día de hoy, casi un año después del día en el que me subí a un escenario y me enfrenté a todos mis cocos de una, pienso mucho en aquel día en el que Ana me mandó ese mail.

Y no dejo de sentirme eternamente agradecida porque, gracias a esa charla TEDx, me atreví a hacer muchísimas cosas de las que me creía incapaz y di un salto gigante hacia delante en mis adentros.

 

No tenía claro que mi historia fuera a servirle a alguien. Tenía un pánico terrible a que fuera una charla que aspira a ser motivacional y en realidad te está diciendo que si no eres feliz es porque no quieres. Me asustaba exponerme tanto. Pero aún así lo hice y jamás, ni en los mejores sueños, podría haber imaginado todo lo bonito que vino después.

Los mensajes, el cariño, el apoyo, sentir que con lo que decía estaba ayudando a tanta gente. Todo lo malo del camino pasó a merecer la pena a niveles inconmensurables y algo por lo que sería capaz de pasar mil veces más. Por mi primero, y luego por todos los demás.

Después de todo, el viaje no pudo tener mejor final. En todos los sentidos y de todas las maneras.

Me subí al escenario el 23 de Marzo de 2019 y pasó esto.

 

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